Por: Pedro García
El año electoral 2020-2021 está encima, periodo que nos conducirá a los comicios para renovar la Cámara de Diputados y el cambio en los mandos estatales en quince estados, municipios y Congresos locales, en los que las encuestas madrugadoras perfilan tendencias diferenciadas, de las que sobresalen posibilidades de victoria para Morena.
Mientras aquello se consolida o se diluye –porque todo puede pasar-, ya que nadie tiene nada garantizado como no sea ganar o perder, en la sociedad hay una movilidad política interesante de personas y agrupaciones civiles que han comenzado a impactar en distintos estratos sociales, con base a la gestión.
Dichas agrupaciones y activistas están teniendo presencia en los espacios de divulgación de las llamadas redes sociales y en los portales noticiosos de Internet.
Esa presencia ha estado siendo objeto de atención y análisis por parte de partidos políticos y dirigentes que le asignan un valor al activismo de los mencionados actores en el entendido que son activos sociales con “luces” propias, sin los típicos padrinazgos, porque son personas identificadas en las esferas sociales por excelencia.
Decía líneas arriba que dichos activos sociales, personas de carne y hueso, y las agrupaciones avanzan como soterradas, por debajo de los niveles de la divulgación convencional, los medios.
Pero, marchan con su activismo y han despertado la atención de las redes sociales y los medios digitales, cobrando el interés de los estamentos partidistas donde hay una demanda de nuevos valores o de personas que están teniendo éxito en la política de gestión social, a las que están tendiendo canales de comunicación para, eventualmente, incluirlos en las fórmulas de cara a los próximas elecciones.
No obstante, los dirigentes de los partidos o quienes ya se promueven para construir plataformas preelectorales deben ser cuidadosos y no caer en las prácticas de simulación, de engaño, por creer que tratan con ingenuos pues el mundo del activismo social, genuino, es habitado por gente desconfiada de lo establecido, y más ahora que las instituciones políticas y sus dirigencias entablan una guerra de lodo, hundidos arriba de la cintura.
Así, los políticos o partidos que en el pasado pagaron con “mala moneda” a los grupos sociales es mejor que se vayan absteniendo de volver con su “caradura” y el cinismo: “ahora sí van a contar con mi apoyo…”, porque les van a restregar su poco valor como personas.
“Créanme que ahora sí me voy a poner a mano”… Sí chucha, dicen los activistas.