A su regreso de la Segunda Guerra Mundial, los soldados norteamericanos pedían muy poco a cambio de su servicio: una casa pequeña con un jardín, y un poco de paz y tranquilidad. Así nacieron los suburbios, y el jardín de la gente se convirtió en un espacio casi sagrado. Las fiestas y reuniones en el exterior se volvieron comunes, parte de “la buena vida”.

Las parrillas y braseros simples sustituyeron los pits de BBQ y el enfoque cambió de técnicas de asado lento a las parrilladas, donde se cocina carne a fuego alto. El humo saliendo de los jardines y patios se volvió parte del paisaje norteamericano.

En 1951, estos aparatos para cocinar en exteriores estaban aún muy mal diseñados. Nadie estaba más consciente de sus deficiencias que George Stephen, un soldador de Chicago. Como un padre de familia, George estaba acostumbrado al sacrificio personal, pero pues un corte decente asado en una parrilla no le hubiera caído mal ocasionalmente. Había batallado con su parrilla abierta por suficiente tiempo, con resultados frustrantes. Si no te llovía, cualquier viento hacía que tu creación parrillera terminara cubierta en ceniza…

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Por agencia2

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